lunes, 25 de julio de 2016

Cliché 1

Esa preocupación por no querer ser obvio, por no querer ser un tipo ideal más, por no querer ser un cliché es un miedo que muchos tienen hoy en día. Parece que la originalidad y aquello que cuenta con la característica de ser único son valorables en los humanos. Somos todos humanos pero cada uno tiene su singularidad. Sin embargo, pienso que ese ser obvio, ese tipo ideal, ese cliché por algo son eso. No salieron de la nada, de un invento, salieron de la humanidad misma. Es decir que no sólo nuestras características netamente biológicas nos dan la condición de humanidad: organizamos pluricelulares, reproducibles, mamíferos, de la especie homo sapiens sapiens. La humanidad es también dada por esas sensaciones que son un cliché, porque no le pasa a todos pero le pasa a una gran parte y porque le pasa a una gran parte ya es un hecho social. Los clichés, lo obvio, son simplemente una forma de catalogar a una parte.
 En realidad yo sólo quería escribir sobre algo que me parecía un cliché y de alguna forma, por esa necesidad  típica ideal de querer ser singular, me tuve que justificar entendiendo de dónde viene  la necesidad de escribir sobre algo que ya muchos han escrito, algo sobre lo que ya muchos han sentido, sobre algo que fue tan obvio, tan románticamente obvio, en el sentido histórico de la palabra, que ya no se habla mucho de eso.
Sentir excitación por un cuadro. Por una pintura y pensar cómo en la mente y todo lo que se encuentra ahí inmerso también están aquellos mecanismos que pueden generar excitación, que se podría pensar que deberían ser solo del área de lo biológico porque tienen que ver con la necesidad de reproducción de la especie.
Fue cuestión de haber tenido dispuestos los sentidos y entregada sin restricciones a los estímulos que implican ver pinturas para sentir cómo una de alguna forma me atravesaba, me conmovía pero sin saber muy bien por qué, porque no sé nada de eso, porque no sé de materiales, de técnicas, de colores, porque la ignorancia me permitió sentir muy fuerte sin la urgencia de buscar una explicación que sustentara todo aquello que me pasaba.  Me conmovieron los colores y los cuerpos que estaban pintados, me estimuló que sea tan diferente a lo que estaba acostumbrada a consumir por el simple hecho de que me lo ponían en frente mío. Esta vez yo había decidido y me había tomado el trabajo de colocarme en frente de esa figura, en ese lugar, de buscar algo diferente al continuo de imágenes que aparecen una detrás de otra.
Volví a mi casa, consciente de mis tetas porque no tenía corpiño y hacía mucho frío, inquieta por lo erótico que me había resultado  todo lo que había vivido. Erótico para mí sola, en la intimidad de mi mente, pero compartiendo con otros un mismo lugar, un mismo recorrido, un mismo tiempo, pero no sé si las mismas sensaciones porque eso es propio, es del orden de lo oculto. Erótico en el sentido de gestación del deseo, de intriga, de sed, de entender que los explícito no deja nada por descubrir  y que lo que yo había visto había sido la sutileza de cómo creaban el deseo antes, porque la pintura fue pintada antes de ahora, mucho antes.


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