Me encanta que caiga el agua hirviendo sobre mi cuerpo.
Preguntarme si tiene aire adentro o fue envasado al vacío. No me interesa el
aire que uso para vivir. Me interesa saber si entre mis huesos, órganos y
músculos hay espacio. Espacios de diferentes tamaños dependiendo de cada cuerpo
y sus diferencias que permitan que haya un aire que no sirve para nada, que se
filtra y dibuja nubes en nuestro interior, si ese aire inservible transporta,
como el que está afuera de nuestro templo de carne, partículas de agua. Me
interesa saber si adentro nuestro también puede llover, si hay algún tipo de
terreno con la libertad de no funcionar, algún terreno virgen a
conquistar por dentro que ni los mejores científicos del mundo hayan logrado llegar.
Quiero descubrir las Américas de nuestros cuerpos. El aire que baila adentro y
que se reposa sobre alguna pradera sólo a descansar. Los agujeros de nuestro
mecanismo.
Quiero buscar esos lugares libres que tenemos todos para
dejarlos así. No quiero encontrar una función, mucho menos algo que construir para
llenar todo ese vacío que también nos construye. Quiero encontrar esa falta
antes que nadie para que ni se les ocurra llenarla con palabras, mucho menos
con objetivos y ni siquiera pensemos en objetos. No quiero más objetos adentro
de mi cuerpo porque me terminan objetivando.
Deseo que ese vacío que alguna vez encontraré adentro
nuestro permanezca en un secreto que todos sabemos pero que es mejor no nombrar,
porque está bueno saber pero que no lo sepa cualquiera porque cualquiera puede
ser un destructor, colonizador o civilizador.
Quisiera empezar una investigación científica pero que no me
abale ninguna ciencia, preguntar como espía en la facultad de medicina si hay
espacio entre los huesos, órganos y músculos y descubrir ese vacío que no
quiero llenar.