Qué lindo que es que te toquen la espalda, ¿tendremos
botones ahí?
Botones invisibles a los ojos pero evidentes al tacto.
Evidentes porque son parte de esa inteligencia del cuerpo que no podemos
terminar de descifrar. Evidentes en el sentido de la evidencia de aprender a
hablar, a caminar, a besar; el cuerpo sabe y festeja esas obviedades. Algunas
tan obvias que ni siquiera sabíamos que existían, como es el caso de los
botones que tenemos en la espalda que al ser presionados disparan placer. La forma
en la que el placer se manifiesta en el cuerpo puede variar según qué botones
son estimulados, interpelados o simplemente acariciados.
Cuando los botones de la espalda reciben el estímulo
denominado caricia, dentro del cuerpo se activan las glándulas de la ternura
que empiezan a generar mecanismos de deslizamiento que proveen la sensación de
baile lento dentro del organismo, generando así, de esta forma, la sensación de
que el cuerpo deja de ser una entidad biológica para transformarse en una
entidad espiritual, ideal de ese cuerpo
como conjunto de órganos, que se manifiesta físicamente como real. El
cuerpo se transforma y desafía la física, las leyes de lo natural y de lo
comprobado por la ciencia. El cuerpo es una convivencia de realidad orgánica,
material que hasta puede resultar asquerosa junto con la idea más maravillosa,
romántica y alejada de la realidad. Los botones, en la espalda, en el cuerpo,
presionados, desafían los límites de dos mundos que nunca se habían juntado. Pero se encontraron, en el encuentro de dos
cuerpos que se encuentran en la caricia de la espalda, y se encontraron y
construyeron una nueva ley, una nueva física, una nueva ciencia.