martes, 10 de abril de 2012

Hegel y el mensaje de texto.

Las mujeres tenemos la contradictoria capacidad de pensar muy rápido y mucho y al mismo tiempo y sin frenos en el medio. Somos una especie idealista en nuestra concepción del mundo. Partimos de una tesis, antítesis, síntesis y no paramos, pero no paramos en serio. Al menos hasta que nos frena un licenciado en psicología o no nos queda otra que frenarnos solas porque realmente estamos viendo la posibilidad de dejar todo y vivir bajo un puente.
La importancia que alguien le puede dar a un mensaje de texto aumenta a medida que más idealistamente femenina es esa persona. Un mensaje de texto es como un telegrama y todos somos conscientes que le da al destinatario la posibilidad de responderlo o no, o de ser inmediato o hasta de tardar añares en contestarlo. ¿Entonces por qué resulta más estresante que una película de Hitchock todo el rito que implica mandar un mensaje de texto? Por esa misma característica del imaginario femenino, por esa capacidad de partir de un pensamiento, desvirtuarlo completamente y llegar al pensamiento más alejado posible.
Ya de por si, ser la que PRIMERO envía un mensaje de texto no implica solo mandarlo. No al menos en la mente femenina, implica demostrarle a la otra persona que sos sumamente madura y que podes mandar un mensaje súper despreocupada, pero que al mismo tiempo significa un acto de amor heroico ya que una nunca se sabe como será el porvenir luego de haber apretado el "enviar"
Luego está la espera, la incertidumbre, el momento previo, la incógnita que podría resultar casi infinita; ese momento en el que esperas su respuesta. La mente femenina comienza a maquinar, comienza a pensar cuánto tiempo podría tomarle escribir un par de renglones, o empieza a pensar en las posibilidades que implicarían que no conteste, ya sea: la falta de crédito, la falta de batería, el hecho de que aún no lo haya visto, o.... la peor de todas: considere que no es tan importante contestarlo, o capaz ni tiene ganas, o capaz hasta le haya molestado que le hayas mandado un mensaje diciéndole que la bicisenda, esa del orto, te hacía acordar a él. Los pensamientos van a variar, mutar y evolucionar según el tiempo que él tardé en contestar y solo tendrán un párate cuando tu oído perciba el "piripipi" de tu celular.
Abrirás la el buzón de entrada y veras su respuesta. La analizaras detalladamente y sacaras suficientes conclusiones como para hacer investigaciones de un año. Los signos de puntuación siempre serán decisivos, un "jaja" no es lo mismo que un "jajaja", el ok siempre detonará mala onda y la longitud de la respuesta siempre será un punto clave a analizar.
Luego llegará una nueva dicotomía: ¿Se le vuelve a responder o no? ¿Qué es mejor, ser la última en hablar o que él lo sea?.
Este proceso diléctico podría repetirse infinitamente hasta que seguramente el hombre diga en un momento "beso" y ahí sí que una mujer no se atrevería a continuar la conversación, porque ya sería explícito para ambos que está rompiendo las pelotas. Mucho.

Es de este modo que vemos y analizamos como inconscientemente la mente y los actos femeninos son cuestiones filosóficas, o dicho burdamente, la mente y los actos femeninos son inentendibles (hasta a veces por las mujeres mismas) Sin embargo, por alguna extraña razón, todavía no nos han desechado y todavía nos siguen necesitando (ellos, los hombres)


No hay comentarios:

Publicar un comentario