miércoles, 3 de julio de 2013

Preocupadas.

Quisiera poder contar historias sobre platos deliciosos, o sobre muebles preciados que me hayan significado una aventura encontrarlos, o sobre maravillosas prendas de ropa que yo crea que me constituyan como mujer. La realidad es que no vivo en ese mundo. Vivo en un mundo donde las preocupaciones de la mujer son otras, son preocupaciones.
Las mujeres, su femineidad y el supuesto estereotipo que ellos significa esta tildado, pautado, definido por la preocupación. Una preocupación que resulta producto directo de una necesidad constante, una necesidad que no es deseo, que se confunde con él pero que nada tiene que ver. El deseo es motor y la necesidad del todo o de la nada misma, es estática.
Estamos auto condenadas, como si viviéramos una profecía auto cumplida cada día, a necesitar de un otro, un otro externo.La gran denominada "pareja". Una mujer consigo misma, una mujer que está sola prefiere decir que está soltera, pero estar sola es convivir con el propio ser y el propio ser es aquello al que más debiéramos escuchar ya que ése es el deseo que nos tiene que movilizar, no el deseo de un agente externo que para nosotras es simplemente una necesidad creada.
Convivir con la cultura es ser prisionero de ella y constructor de la misma, presionando a aquellos que luego tendrán que convivir con nuestras construcciones. Pero dentro de esta cultura de la necesidad hay grietas, pequeños agujeros, fisuras que permiten filtrar el individuo (palabra que para muchos ortodoxos hasta puede llegar a ser malévola). Individuo como manifestación de un deseo, de un motor y por ende de un movimiento  transformador.
Somos relaciones, pero para ser relaciones tenemos que ser individuos. Y podemos estar acompañadas o solteras, pero primero hay que poder asimilarnos como solas y encontrar el propio deseo.

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